Humedales: La línea de ribera, frontera entre lo público y lo privado
En el Día Mundial de los Humedales resulta importante recordar a la línea de ribera como un instrumento fundamental para evitar el avance y degradación de áreas de dominio público, en su mayoría humedales, por emprendimientos públicos y privados.
Por
Colectivo de organizaciones ambientales que trabajamos en el Delta del Paraná bonaerense, entrerriano y santafecino en el marco del programa Corredor Azul –de Fundación Humedales/Wetlands internacional
Es tan habitual que lo consideramos normal, y de tan normal,
creemos que es correcto. Sin embargo, la naturalización de la cuestión a la que
nos referiremos ha tenido y continúa generando consecuencias de una magnitud
tal que apenas somos conscientes de ello.
Nos estamos refiriendo al avance, de diversas formas (a
veces muy silenciosas y solapadas) de una multiplicidad de agentes (personas,
empresas o hasta el propio Estado) sobre espacios naturales que son de dominio
público, o sea, que pertenecen a todos los ciudadanos.
Concretamente hablamos de las márgenes de los cuerpos de
agua, sean ríos, arroyos, lagos o mares. Establecida en el Código Civil y
Comercial de la Nación y reglamentada por normas provinciales específicas, existe
una línea invisible pero fundamental: la línea de ribera, que indica hasta
dónde llega un cuerpo de agua. El espacio contenido dentro de esta área es de
dominio público y contiguo a ella comienza el espacio que pertenece al dominio
privado. Es decir, es una frontera entre lo público y lo privado; entre lo
comunitario y lo individual. Establecer esa línea es una obligación
de las provincias, que muy pocas veces es cumplida, lo que ha favorecido todo
tipo de invasiones y apropiaciones irregulares de estos espacios. Playas
artificiales, barrios privados, puertos de embarque y clubes náuticos son
apenas algunos ejemplos reales a los que nos referiremos, donde esta frontera
se corrió hacia el interés de unos pocos.
Contrariamente a lo que piensa la mayoría de las personas,
la línea de ribera no suele estar sobre la orilla, sino que puede ubicarse a
una distancia considerable desde el lecho del río. Eso ocurre, debido a que
nuestros ríos de llanura se mueven en terrenos con poca pendiente y suelen
desbordar y ocupar amplias zonas conocidas como planicies o valles de
inundación, lo que determina que estas áreas públicas, constituidas por
humedales, sean muy extensas.
Quien tiene una propiedad lindera a un cuerpo de agua
debería tener claro que su propiedad no llega hasta el borde mismo del agua,
sino que debe respetar esa línea invisible e incluso, según el nuevo Código
Civil y Comercial, dejar 15 metros libres de todo tipo de construcción dentro
de su propiedad y contiguos a esa línea.
En los territorios donde actuamos las organizaciones que
integramos Humedales en Red, la falta de delimitación de esta línea ha
permitido la usurpación escandalosa de miles de hectáreas de humedales de
dominio público. No sólo perdemos espacio público, también desaparecen estos
ecosistemas que prestan servicios extraordinarios: acumular y purificar el agua
que contienen, recargar las napas de agua, dar abrigo a una gran biodiversidad
y ser una barrera blanda que suaviza las inundaciones. Pero, además, se
destruyen paisajes y se nos impide disfrutar recreativamente de estas
vastedades de agua. También se pierden oficios e identidad como hacer cestería
con los juncos, pescar o hacer caza de subsistencia. En definitiva, perdemos
bienes comunes naturales que preservan la producción y reproducción de la vida.
El “olvidar” el trazado de esta línea, cuáles son las
obligaciones del Estado y cuáles son nuestros derechos, nos ha traído enormes
pérdidas a la sociedad que pueden ser entendidas a través de diversos
ejemplos.
Barrios privados sobre humedales
Un caso muy notorio ha sido la cuenca baja del río Luján,
donde en los partidos de Tigre, Escobar y Pilar, al menos 10 mil hectáreas de
humedales sucumbieron al relleno en manos de los desarrolladores
inmobiliarios.
Existe un caso paradigmático de un barrio cerrado de 1100
has, de las cuales aproximadamente 600 son humedales robados, rellenados y
amurallados. Con el barrio ya construido, tardíamente se demarcó la línea de
ribera y se comprobó este cuantioso robo de tierras públicas. Así, mientras los
gobiernos municipales habilitaban esta ocupación porque implicaba “progreso”
para sus comunidades; el Estado provincial miraba para otro lado olvidando que
es el custodio de estos vitales bienes comunes y debe ejercer su poder de
policía.
Vista aérea del Barrio San
Sebastián, construido al borde mismo del río Luján (a la izquierda en la foto)
que se apropió de aproximadamente 600 has de dominio público.
En Pueblo Belgrano, en Entre Ríos, cuando empezaban a
construir el barrio privado Amarras de Gualeguaychú, la Corte Suprema de
Justicia de la Nación ordenó detener la construcción debido a la ilegalidad de
la obra. Pero cuando llegó la orden, ya se había hecho el relleno y la
destrucción de parte del valle de inundación del río Gualeguaychú y sus
humedales. A pesar del indudable valor del fallo, el mismo ¡nunca menciona a la
línea de ribera! Si el Estado entrerriano la hubiera delimitado para el río
Gualeguaychú, no se hubiesen producido el extraordinario daño que ocasionaron
las obras preliminares del barrio.
Municipios que
rezonifican humedales para transformarlos en puertos y playas
Para que terminemos de comprender qué significa eludir el
trazado de esta línea, nos referiremos a otros tres casos. En Ramallo, desde
hace, años el municipio intenta cambiar la zonificación del paraje El Tonelero,
situado sobre la margen derecha del Río Paraná, a 10 kilómetros aguas arriba de
la cabecera del Partido de Ramallo. Pretende darle un uso industrial y
habilitar un puerto para el embarque de fertilizantes y nitrato de amonio. Este
intento reviste una enorme gravedad porque pretende avanzar sobre un extenso
humedal de dominio público con una rica biodiversidad, que ya está siendo
asediado y alambrado por varios agentes privados, como algunas navieras. Este
sitio, además, es patrimonio histórico de los argentinos pues fue el escenario
de varias batallas navales importantes comandadas por Lucio Mansilla.
En Vuelta de Obligado, en el
partido de San Pedro, en Buenos Aires, se repite la historia.
A la izquierda: los humedales ribereños de San Pedro, antes (arriba) y después (abajo)de su destrucción por el municipio. A la derecha: La “nueva “playa” que reemplazó a los humedales.
El Estado municipal de San Pedro, asignándose una atribución que no le asiste, modificó la ribera del Paraná y creó una “playa” y complejo turístico, que eliminó los humedales del lugar y produjo derrumbes de la barranca lindera. La situación se hace más compleja pues esa área está contigua a la Reserva Natural, Histórica y Refugio de Vida Silvestre Municipal Vuelta de Obligado que además de conservar la vegetación y fauna características de la región, resguarda el sitio histórico nacional donde se libró la Batalla de la Vuelta de Obligado en 1845. El lugar intervenido corresponde a la zona de amortiguamiento de la reserva, es decir, que allí no se deberían realizar actividades que puedan comprometer la integridad ecológica de la zona protegida. Por otra parte, muy cerca del área arrasada está la Cueva de la Salamanca, una formación cuya valía ha sido reconocida por la Sociedad Argentina de Espeleología como Área de Importancia para la Conservación de los Murciélagos (AICOM). La presencia de turistas se ha incrementado en el lugar y no se ha dispuesto ningún tipo de restricción para preservarlo.
En exceso de sus atribuciones, el
municipio ha arrasado con los humedales y especies amenazadas (como los talas
de barranca) y con varias normativas que incluyen ordenanzas (de creación de la
reserva y de protección de la costas, barrancas e islas); leyes provinciales y
nacionales de protección de los bosques nativos y declaraciones de sitio AICOM
y de sitio AICAS (Área de Importancia para la Conservación de Aves) y,
obviamente, no ha respetado el espacio de dominio público provincial.
En Rosario, el avance y modificación de la ribera del Paraná
por los clubes náuticos, en violación del espacio público está
convirtiéndose en una triste normalidad. Uno de ellos, aprovechando la bajante
extraordinaria del río, está construyendo una caleta, otro ha realizado, con
material para la construcción, un espigón que ingresa más de diez metros río
adentro. Ambas obras, sumadas a muchas otras que han ido modificando la costa,
alteran el delicado ecosistema costero y el paisaje ribereño de una ciudad que
pretende atraer al turismo.
Debe quedar muy claro que está apropiación es ilegal y ningún privado adquiere derechos sobre los bienes de dominio público, incluso a pesar de que esa ocupación haya ocurrido hace muchos años, porque los derechos a su uso y goce siempre han pertenecido y pertenecerán a la sociedad. Tampoco es un argumento válido aducir que la línea de ribera no estaba demarcada y tomar la propiedad que es de todos para sí mismo, ni el Estado puede vender bienes del dominio público, porque de acuerdo a la ley no pueden ser ni comprados ni vendidos, ni tampoco dados en concesión para actividades que los dañen (Art. 240 Código Civil) o limiten su uso público. Estos bienes deben ser preservados para el usufructo de las presentes y las futuras generaciones.
El desconocimiento de los derechos que la línea de ribera
nos otorga sobre los espacios de dominio público natural, sumado a los
incumplimientos del Estado, han permitido que algunos los hayan convertido en
meros receptáculos de actividades económicas en beneficio propio. En este
proceso de despojo, han sido degradados y destruidos valiosos humedales y otros
bienes naturales. Es esencial que reconozcamos el derecho que nos asiste a
todos a exigir su devolución y restauración al estado original y a reclamar por
la preservación de aquellos que aún no han sido usurpados. Debemos recordarles
a los gobiernos provinciales, a través de sus organismos específicos, la
obligación de custodiar los bienes del dominio público natural y demarcar esta
línea invisible pero esencial. Los ciudadanos debemos actuar como contralor
para que ello se cumpla y prevalezca en su administración el interés colectivo
por encima de los intereses especulativos.
En el Dia
Mundial de los Humedales, frente al asedio y destrucción de los que son objeto
en todo el mundo, resulta urgente y fundamental reflexionar sobre la
importancia de preservar estos ecosistemas vitales para la salud del planeta y
de la humanidad.
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